EL PURGATORIO DEL MONO QUE PIENSA
Puto el que Filma!
jueves, 27 de mayo de 2010
Zenitram: Hay otra película argentina que se estrella contra el piso.

Es verdad que plantear la vida de un superhéroe desde la cotidianeidad del mundo real es un recurso bastante efectivo para una comedia, o cuando menos medianamente inteligente. Se pueden citar un puñado de casos interesantes, desde la infravalorada Mystery Men (1999), pasando por la poco exitosa pero bien recordada serie live action de The Tick (2001), y más para acá esa genialidad de Adult Swin que es Venture Bross (2003). Todas joyitas de culto que a su manera inventaron un nuevo genero entre acido y tragicómico.

También es sabido que la mayor parte, por no decir todos los intentos del cine argentino para desembarazarse del costumbrismo porteño y transitar terrenos propios del SciFi o del comic se quedaron en la mitad, adoleciendo de malas actuaciones y guiones casi siempre difíciles de tragar. Experimentos llamativos como Moebius (1996) o La Sonambula (1998) presentaban ideas de alto vuelo que parecían conceptualmente integras, pero llevadas a la cámara sucumbieron ante pobres interpretaciones, diálogos que rozaban lo cursi y un manejo de los ritmos de regular tirando a malo.

Zenitram quiere contar (aunque decir “quiere” en este caso es bastante cuestionable y ya se vera por que) la historia del primer superhéroe argentino, así que ya desde el vamos la idea es despegarse de la realidad, pero no de la cotidianeidad. Resultados hilarantes promete entonces, teniendo como referencia los primeros ejemplos.

Después de haber visto la película se puede llegar a tener en la cabeza el esbozo de una historia mas o menos así: Tenemos a Martínez (Juan Minujín), basurero y pibe de barrio en una Buenos Aires distópica con un leve dejo de nostalgia art decó. Súbitamente despedido en los primeros minutos de la película, Martínez encuentra su destino en los baños de Constitución cuando un extraño le explica sobre los poderes especiales que alberga dentro suyo, los cuales se desatan con solo agarrarse los testículos y exclamar Zenitram! (a esta altura no hace falta aclarar que Zenitram es Martínez en el espejo). Entonces tenemos a este (bastante forzado) arquetipo del joven argentino flotando bizarramente por el baño y al extraño desapareciendo en una burbuja de agua digital que explota (digitalmente), y este el origen de nuestro superhéroe nacional. Hay también una corporación maligna que controla el uso del agua potable, presidida por un ejecutivo de acento ibérico que vendría a ser el villano de la historia (aunque…), un periodista (Luís Luque, un baldazo de agua fresca tanto en la interpretación como en el esporádico relato en off) que ayudara a Zenitram en su ascenso como figura social y política (siempre buscando sacar provecho de la situación), etc. No se pone en tela de juicio si hay o no hay una historia atras de este intento de película. La historia está y las actuaciones no serán de lo mejor, pero tampoco hay razón para creer que no podrían llevarla a cabo. Y mucho menos caso tiene juzgar el aspecto visual ni los efectos especiales, que hacen lo que pueden. Ninguno de estos componentes alcanzan a decir algo (bueno o malo) sobre la película, porque esta falla en aspectos mucho mas elementales. Dicho a grosso modo, la historia esta llevada a las patadas, cortada sin pulso y pegada como con cinta adhesiva. Zenitram como producto final denota una producción que se quedó corta, cuando no una postproducción nefasta. La evidencia de esto no radica tanto en lo flojo de los diálogos o lo pobres que puedan llegar a ser las interpretaciones, sino en la falta total de ritmo en la edición y el montaje, un manejo totalmente desparejo de los tiempos que hacen a la historia imposible de llevar. Se puede especular con la idea de que el director (Luís Barone) profundizo tanto en la sátira que se olvido de contar una historia, y en tiempos de Scary Movie, semejante despropósito terminaría escondido atrás de la risa. Pero en Zenitram la risa nunca llega, se queda estancada entre lo grotesco y lo infantil haciendo a cada minuto más evidente la regla de oro de la comedia: lo más importante es llevar un buen ritmo.

Es llamativo como en una producción de presupuesto relativamente alto se hayan cometido tantos errores que atentan directamente contra la fluidez de la historia, volviéndola literalmente “difícil de entender”. Zenitram termina siendo una película donde lo que falta sobrepasa lo que tiene, dando la impresión de un producto sin terminar, emparchado a las apuradas y sin ganas. O como quien dice “atado con alambre".

entrada de Juan a las